Una arqueóloga lejos del Monumento y con los pies en las misiones jesuíticas

María Victoria Roca, arqueóloga y becaria del CONICET vive a la vera del Paraná pero en Misiones. Y alienta desde el programa Ciencia en Juego a los estudiantes a “hacerse preguntas”.

Ya me había graduado y estaba haciendo el doctorado cuando mi papá me contó -y ahí recordé- que cuando era muy chica estábamos mirando un documental de arqueólogos en Pompeya y yo le dije: ‘Quiero hacer eso cuando sea grande'”. Parece un cuento pero no, es lo que vivió María Victoria Roca, una antropóloga especializada en arqueología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que hoy vive en Posadas, Misiones. Una rosarina por el mundo que al final no estudia las ruinas de la Roma Antigua sino las de este país: “Investigo las misiones jesuíticas de guaraníes, sobre todo las de Santa Ana, una de las tantas que fueron fundadas en los siglos XVII y XVIII”, cuenta a La Capital.
“Choba” le dice su familia, porque a un hermano no le salía el nombre cuando eran pequeños. Pero ella se presenta como “Vicky” en la lista de investigadores e investigadoras que aparecen con su historia y foto en el programa de Promoción de Vocaciones Científicas del Conicet (VocAr), dentro del que se desarrolla “Ciencia en Juego”: un trabajo que se propone incentivar vocaciones en niños y jóvenes a través de encuentros virtuales y con inclusión social.

Desde allí María Victoria cuenta lo que hace e incentiva a los estudiantes a hacerse preguntas y empezar a buscar como ella rastros del pasado, no en lugares exóticos sino “ahí nomas”, cerca de cada casa.

En esta nota contará además por qué se fue a vivir a 960 kilómetros al noroeste de esta ciudad, donde se habla una lengua como el guaraní que ella entiende poco y nada, las hormigas son tres veces más grandes e hizo pareja con un misionero, nada menos que de San Ignacio donde hay otras ruinas jesuíticas.

También dirá de qué se se trata su trabajo, al que muchos relacionan solo con gente empecinada en usar una lupa y una palita en Pompeya, Egipto o muy, muy lejos de acá.
María Victoria se ríe ante ese estereotipo y explica con paciencia. “No es necesario irse muy lejos para hacer arqueología, de hecho se hizo en Rosario cuando se construyó el pasaje Juramento. También en el sitio La Basurita, en la zona de los galpones del Alto Rosario, en la Alcaidía de la Ex Jefatura de Policía donde funcionó un Centro Clandestino de Detención durante la última dictadura, y también en el patio de la Facultad de Humanidades y Artes”, contó esta investigadora que estudió en la Escuela Sarmiento y en el Normal 1 y vivió toda su infancia a pasos de la peatonal.

Sin embargo no se dedicó a la arqueología urbana sino que hizo caso a su sueño de infancia. “No es casual que haya terminado investigando sobre las misiones jesuíticas de guaraníes, que son sitios arqueológicos monumentales, como Pompeya”, explicó.

La chica de la ficha 71

María Victoria es la investigadora de la ficha 71 de Ciencia en juego. Allí explica que trabaja en el Instituto de Estudios Sociales y Humanos que depende de la Universidad Nacional de Misiones y el CONICET, donde combina labor de gabinete y laboratorio con trabajos de campo en los sitios patrimoniales que investiga.

Con sus propias palabras les informa a los curiosos o estudiantes indecisos al elegir una carrera con qué rastros trabaja. “Por ejemplo, cómo se construyeron y destruyeron estos pueblos, o bien qué características tenía el huerto jesuita: cómo era el diseño, qué plantas había, cuáles eran nativas y cuáles exóticas, y para qué se usaban”, dice.

¿Y para qué busca “reconstruir” esa cosas? Para conocer cosa muy interesantes como la que interroga en el texto dirigido a los jovencitos: “¿Sabías que antes de que vinieran los jesuitas no había cítricos donde hoy es Argentina?”.

Pero además, explica algo que no por obvio es menos importante. “El lugar donde vivimos, los paisajes, las personas, las cosas, las creencias, no siempre fueron como hoy”. Y se explaya: “Es importante conocer qué pasó con las poblaciones originarias después de la conquista de América, qué costumbres preservaron y cuáles cambiaron en un nuevo contexto que también incluyó su conversión religiosa al catolicismo. Poner la lupa en lugares como el huerto de los jesuitas en las reducciones nos permite volver a pensar nuestra relación con las plantas y la naturaleza. Es una oportunidad para entender la diversidad y enriquecer nuestra propia identidad”. Nada menos.

Entre el Monte y el Monumento

Como todo rosarino y rosarina, María Victoria nunca se desconecta totalmente de esta ciudad. “Antes de la pandemia volvía varias veces al año. Exprimo al máximo cada momento cuando vengo a mi ciudad, pero nunca alcanza el tiempo. Conecto con el río y cuando puedo salgo a remar por esta parte del río donde hay islas, no como allá que está Paraguay”, cuenta.

También dice que cuando está de visita aprovecha para ir a los parques o caminar para ver qué sigue igual y qué cambió. “Rosario es moderna, tiene mucha vida y mucha vida cultural, llegar a Misiones fue un cambio enorme. Posadas tiene 300 mil habitantes y es mucho más tranquila: aquí aún se hace siesta”, retrata.

Dice que cuando llegó a la provincia yerbatera vivía en una casita para investigadores dentro del predio de la misión de Santa Ana. Un lugar fundado por los jesuitas en 1633, antes de ser expulsados por la corona española en 1767. “Pero la historia siguió”, aclara sobre el sitio con huellas de ese pasado ubicado a 20 kilómetros de la cabeza del departamento Candelaria.

“Al llegar vivía en la reducción, en el monte, un lugar hermoso, de pura naturaleza, tuve que adaptarme y aprender mucho. Allí la vegetación es exuberante, siempre verde, y hay gran variedad de aves e insectos. Hasta las hormigas son enormes”, cuenta.

Hacerse preguntas

Los alumnos y alumnas que estén con ganas de estudiar alguna carrera ligada a las Ciencias Sociales y Humanidades, las Ciencias Exactas y Naturales, las Ciencias Biológicas y de la Salud o Ciencias Agrarias, Ingeniería y de Materiales, podrán recorrer las explicaciones de las incumbencias de estos estudios de boca de sus propios investigadores. Algunos hablan de Cambio climático, otros de Piojos, Mosquitos, Neurociencias, Deportes, Fósiles. Hay para todos los gustos, lo bueno es saber que hay ideas previas de lo que es cada trabajo que no siempre se condicen con lo que luego se hará realmente.

¿Volverás a Rosario?

Nunca pensé en irme para siempre, así que está abierta la posibilidad de volver, también de hacer una estadía en el exterior, donde se valora nuestra ciencia y a quienes la hacemos. El CONICET es una institución reconocida internacionalmente, está primera en el ranking de entidades gubernamentales dedicadas a la investigación en Latinoamérica y a nivel global está en el puesto 26 de entre 1587 de su tipo. Sin embargo, trabajamos en un contexto de precarización laboral y aún no se llega a una verdadera recomposición salarial. Esas cosas también es bueno que lo sepan quienes están pensando ser científicos o científicas, una actividad fascinante. En algunos campos del conocimiento predominan las actividades de laboratorio, con tubos de ensayos, mecheros y todo tipo de aparatos. Pero en otras ciencias, como en la que investigo, se trabaja de otra forma. Y ojo que la imagen de la arqueóloga o arqueólogo excavando todo el día tampoco no se corresponde con la realidad. Hacer ciencia es buscar resolver un problema mediante reglas que se conocen como el método científico. Procedimientos, sistematicidad, análisis de un documento del siglo XVII o de un fragmento de cerámica. En general la resolución del problema es parcial, pero nos acercamos a eso, tenemos más respuestas que antes y posiblemente también nuevas preguntas. Además, el paso del tiempo y las nuevas técnicas y desarrollos teóricos hacen que un mismo problema pueda ser examinado con una lupa distinta.

¿Qué le dirías a una nena o nene que al ver tu foto dice como vos: “Yo quiero hacer eso cuando sea grande”?

Primero les diría que lo hagan, que en Argentina se puede hacer –y se hace- Arqueología, y que no se dejen desanimar. El apoyo de mi familia fue muy importante. Yo pude estudiar lo que quise, lo que ya sabía que me gustaba. Eso no siempre es posible. Cuando estaba en la facultad muchas personas me decían: ‘“Te vas a morir de hambre’, yo pensaba, primero me recibo, después veo. Era un contexto muy difícil a nivel país e irme al exterior para desarrollarme profesionalmente era una posibilidad. Pero a partir de 2003 hubo una política de apoyo a la ciencia y el Conicet se convirtió en una opción real. No es fácil, pero si hay pasión eso ya es más del 50 por ciento. Visitar los museos locales es un buen comienzo para los arqueólogos en potencia, porque a veces se cree que la Arqueología sólo se hace en lugares exóticos. Y en el patio de una casa, en la plaza del pueblo o la ciudad puede haber mucha historia. La Arqueología, fundamentalmente, estudia las personas y sociedades a través de objetos. Así que siempre que haya materiales, hay Arqueología. De hecho, hay muchas Arqueologías y esos materiales son muy variados, pueden ser restos microscópicos, construcciones, huesos, u objetos de la vida cotidiana que nos hablan de otros tiempos, a veces no tan lejanos. Lo mas importante es la curiosidad, hacerse preguntas.

Por Laura Vilches para el diario La Capital, Rosario, Santa Fe, Argentina.

Fotografía: Sandra Nicosia